En la base de esta filosofía está la profunda sabiduría, fruto de extensa observación, de que el cuerpo humano tiene su propia sabiduría. Hipócrates, el “padre de la medicina”, entendió esto: la salud no se impone sino que se restablece cuando el médico asume el papel como de un cuidadoso jardinero, facilitando el crecimiento de la vitalidad natural, observando las plantas, su entorno y las condiciones del clima. Como un árbol que crece hacia la luz, el ser humano debe ser nutrido y guiado para redescubrir su equilibrio, su justa medida.
Al igual que el estoico, que ve la virtud como el único bien verdadero, Hipócrates también defiende la simplicidad como camino hacia la salud. Un cuerpo en paz, alineado con una mente en paz y un espíritu sereno, refleja una vida en armonía con la naturaleza. No es casualidad que los estoicos, junto con los médicos antiguos, creyeran que la felicidad y la salud iban de la mano, como compañeros inseparables en el viaje de la vida.
Entrelazadas con estas enseñanzas están las virtudes de una vida sencilla y una dieta basada en alimentos puros y naturales. Aquí, el propio acto de comer trasciende su función fisiológica para convertirse en un ritual de integración entre el ser y el entorno. Adoptar una dieta vegetariana, prefiriendo alimentos frescos y orgánicos, no es sólo una opción para la salud física, sino un paso hacia lo sagrado, porque no?. Una vuelta a lo esencial, que no contamina ni el cuerpo ni la Tierra.
Los antiguos sabios reconocieron que la simplicidad traía consigo vigor no sólo físico sino también espiritual. Así como un árbol frondoso que se nutre de la tierra sin exigir más de lo necesario, el ser humano también debería buscar lo esencial. Esta búsqueda de la simplicidad resuena y puede ser facilitada con la práctica de todas las formas de cuidado personal, desde el acto de comer conscientemente hasta la integración de disciplinas como el Yoga, el Tai Chi, Reflexología, Reiki, etc. La salud integral: mente, cuerpo y espíritu al unísono, sería el verdadero tesoro a alcanzar. Reflexionar sobre esto y colocarlo en nuestros planes y agenda es lo que hace la diferencia en nuestras vidas.
Hipócrates sabía que al respetar los ciclos de la naturaleza, al vivir con menos excesos y más sabiduría, tocaba un punto profundo de la existencia y generaba una fuerte conexión con la vida. La dieta sencilla, casi austera, es una forma de rendir homenaje a este principio, que en vez de vivir para comer colocamos el orden lógico y natural de comer para vivir. Lo que elegimos comer, la forma en que cuidamos nuestro cuerpo, refleja no sólo nuestra búsqueda de salud, sino también un profundo deseo de vivir en armonía con el mundo que nos rodea, lo que incluye no sólo el entorno, sino también la vida social-afectiva.
En los tiempos modernos, las palabras de Hipócrates resuenan a través de nuevos paradigmas: una dieta natural y consciente, un estilo de vida equilibrado y una conexión más profunda con los ciclos de la Tierra como las estaciones y los ciclos de la Luna son, más que nunca, necesarios para la preservación tanto de nuestra salud como del ser vivo que denominamos de planeta. Aunque no lo tengamos presente en nuestra conciencia, la verdad es que estamos hechos del mismo tejido que el universo, y en él encontramos restauración y cura, una curación que comienza en el plato y se expande hasta el espíritu.
La sencillez voluntaria, este concepto tantas veces olvidado, nos invita a volver a lo esencial, a caminar de la mano de la Tierra y guiados por las estrellas como navegantes de la vida, mientras escuchamos, como un eco milenario, el consejo de Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina”. Y así, al cuidar el cuerpo y el espíritu, encontramos el camino de regreso a la plenitud, a esa salud que no es sólo la ausencia de enfermedad, sino una sinfonía armoniosa entre nosotros y el universo. Aunque no hayamos sido advertidos, somos parte; esa es la verdad. Cada uno de nosotros somos parte de este inmenso universo y el modo conque nos relacionamos determina nuestra importancia. La salud plena es el resultado de esa relación.