No existe en la naturaleza el aislamiento total de los entes o seres vivos. Por donde miremos vamos a ver una interacción.
Hay interacciones de todo tipo… directas e indirectas, explícitas o veladas, visibles o invisibles, mutualistas, predatorias, etc… lo cierto es que puede afirmarse lo que Cappra dice en su libro “La tela de la vida”: La vida solo es posible por la red que ella misma forma, el hombre es solo un hilo de esa tela.
Ejemplos visibles y evidentes no nos faltan en el mundo natural, es solo pensar en la increíble sociedad de las abejas o de las hormigas.
Cada especie tiene su propia forma de organización que es más o menos flexible conforme a algunas características de algunos individuos que la componen y que asumen la responsabilidad de hacer real en el presente, la sumatoria de experiencias vivenciadas por sus ancestros.
Durante millones y millones de años, ese proceso de recrear lo asimilado por otras generaciones y hacer el aporte de la nueva generación fue armando la biblioteca genética de cada especie… digamos con el comando de la inteligencia de toda la “red” que lo compone….
Hasta que el hombre arrogantemente al reclamar para sí una pequeña parte de los atributos de inteligencia de la red comenzó a modificar el curso de la evolución natural, que por milenios y milenios no precisó de él para estructurarse!
Así comenzamos a “domesticar” especies vegetales y animales. Con esto comenzamos a quebrar patrones y, sobre todo, el “ritmo” de la construcción de esa “red de vida”… todo se aceleró con rumbo incierto, lo que venía siendo hecho con infinita paciencia, sutileza y claro mucha inteligencia de red… fue arrebatadamente improvisado, desconectado del “plan” natural de la red.
Gracias a la agricultura comenzamos a prosperar como especie y a prevalecer sobre las otras. Invadimos cada rincón del planeta, que originalmente era un planeta de vida en red… y sin darnos cuenta comenzamos a rasgar la red, la tela de la vida en 200 años fue casi destruida quedando pequeñas islas de “red natural” allí o aquí… y así podemos decir con necio orgullo que “somos la única especie que destruyó la integridad de red de la vida!”
Modificamos el entorno con la miopía del ego civilizado. Los pueblos primitivos son los únicos que sabían de la red, vivían y algunos pocos todavía viven integrados en la red, son ellos nuestros reservorios, nuestros guardianes vivos de cómo es vivir la vida humana integrada a la red, con respeto, con actitud de reconocimiento de la jerarquía de la Pachamama, respeto es la palabra para los “no civilizados” que supieron vivir en armonía con el ambiente natural.
En cambio nosotros, orgullosamente civilizados, lo que hicimos fue quitar los beneficios de la integridad y la inteligencia de la red natural a casi todos los seres vivos!
La falta de consciencia de red, sumada a la voluntad de acabar con el sentimiento de inferioridad que todos cargamos, nos llevó a buscar inflar el ego y la futilidad, y lo hicimos con tanta dedicación y empeño que lo llevamos a extremos nunca vistos en la historia de toda la vida del planeta!
Somos recordados como especie en atentados sistemáticos a la vida.
Por eso no hay solución posible si no comenzamos a practicar la solidaridad para con la red, solidaridad del latín soli-dare: dar el sol. Lo que para la red de la vida era un hecho consumado y aprendido desde los primordios de la vida, para la humanidad todavía es una novedad.
Pensar holísticamente en nuestras vidas tiene que llevar a conectarnos naturalmente con la red. No estamos solos y no podríamos vivir sin la red.
Todos nuestros males pueden ser revertidos siempre y cuando hagamos movimientos en el sentido de re-armar la red en nuestras vidas. No hay salvación solitaria. La sola idea de salvación que no implique la salvación de la red con acciones concretas y sentidas, será más una fantasía egoica que una realidad inteligente.
La vida como un todo es sinónimo de red solidaria: dar el sol, la luz que sustenta y es la fuente de toda vida creo que es el desafío que nos toca ahora.